Tras la tormenta Dennis, tres de nosotros exploramos las carreteras, pistas de grava y líneas de infraestructuras de las montañas Carneddau del Parque Nacional de Snowdonia en las bicicletas Nicassio+, Gestalt X11 y Headlands, de la gama "Beyond Road" de Marin. Nuestra aventura en bicicleta se basó en un concepto sencillo: elegir una atractiva zona cuadriculada de 12 x 12 de un mapa OS 1:50.000 Landranger y pasar 24 horas explorando sus 576 km² de carreteras y caminos. Este mar de contornos poco concurridos de Carneddau, entre el pueblo melero de Betws-y-Coed y el pico Foel Grach, atraía por la colección de montañas Furth, senderos forestales, embalses, canteras, pistas de servicio, carreteras chevron, edificios escasamente salpicados y rastros de infraestructuras e industria...
Salimos de la baja Betws-y-Coed y nos adentramos en las altas colinas, acercándonos a las nubes y a los picos del Furth. Al anochecer, atravesamos y bordeamos lo que resultaron ser los conmovedores y poderosos restos del muro de la presa de Eigiau. Con 1,2 kilómetros de largo y 10,5 metros de alto, el muro se construyó inicialmente en 1911. Al verlo hoy en el contexto más amplio del valle, la instalación de hormigón recordaba a los remotos edificios soviéticos redundantes que salpican las montañas del Stan. ¿Era el muro de una presa? En realidad, sólo podía ser el muro de una presa. No había otra explicación. Los dos huecos eran intrigantes.
Atravesando a toda velocidad los pueblos de Tal-y-Bont y Dolgarrog, a orillas del río Conwy, un monumento me llamó la atención a través de la incesante lluvia. El muro de la presa que habíamos atravesado, que retenía toda el agua del Llyn Eigiau, reventó y se rompió en noviembre de 1925, matando a 16 personas en el pueblo donde nos encontrábamos. Cimientos débiles, al parecer. Eso lo explicaba. Ya se trate de las presas y embalses de agua y energía, de las canteras locales de pizarra y piedra para construir las presas o de los edificios necesarios para dar servicio y alojar a los trabajadores, en Carneddau hay huellas de la influencia humana y de las infraestructuras dondequiera que se mire.
Los gravelistas tenemos mucho que agradecer: agua potable y electricidad en pueblos y ciudades, por ejemplo, pero también la red de pistas y carreteras de servicio que se construyeron y que aún hoy facilitan el acceso a estas impresionantes montañas.